lunes, marzo 15, 2010

 

Nuevas funciones sociales de la docencia

El colectivo que forman los profesores y profesoras de primaria, secundaria y universidad constituye un componente esencial del sistema educativo, del que surge y donde se configura como su agente más estable, por su permanencia a lo largo de toda una vida: la carrera docente.

Pero su importancia no es sólo temporal, ya que, además de su estabilidad, el ejercicio profesional representa un papel protagonista: tanto en la organización escolar, donde el profesorado ocupa los puestos directivos y tiene un peso corporativo decisivo en la gestión de los centros, como en la relación educativa, en la que tiene el papel dinamizador del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Protagonismo en la organización escolar

El papel protagonista del profesorado en la gestión de los centros escolares se debe a que son los profesores quienes desempeñan los diferentes cargos unipersonales de gestión, especialmente en aquellos centros sostenidos por fondos públicos.

El papel del profesorado es igualmente central en los órganos colegiados, tanto en el claustro de los profesores como en los diferentes organismos de gestión democrática. Esta situación protagonista en la organización escolar, que puede ser entendida como el reconocimiento legal de su preparación y dedicación profesional, dota al profesorado de una serie de instrumentos administrativos y de recursos organizativos que sustentan y facilitan su función docente.

Protagonismo en la interacción educativa

El poder del profesor se hace sentir de manera protagonista en la relación pedagógica; bien sea como actividad de imposición e inculcación del arbitrario cultural, en las pedagogías visibles o pasiva; o bien a partir de la posición de ventaja que posee en la negociación de la transmisión cultural en las pedagogías invisibles o activas. Las expectativas que el profesorado tiene sobre el alumnado incide significativamente sobre su rendimiento escolar.

Rosenthal y Jacobson (1969) dicen que si un profesor considera que un alumno/a puede ir bien, irá bien. Cada profesor transmite a cada alumno sus expectativas mediante una serie de actitudes, valoraciones o expresiones verbales o corporales positivas.

Rist (1990) estudia como las etiquetas que los profesores ponen a los alumnos produce unas reacciones del profesor/a que tienen influencia en los resultados de los alumnos/as.

Protagonismo en las funciones de selección y clasificación de los estudiantes

El docente puede realizar, voluntariamente o sin que sea plenamente consciente, una diferenciación en el alumnado, es decir, el proceso de separación y ordenación de los alumnos mediante la aplicación del sistema de valores normativos y académicamente orientados de la institución escolar.

Para ello utilizarán dos escalas:
Asimismo y como resultado de la diferenciación realizada por el profesorado puede tener lugar la polarización, que es el proceso por el que los alumnos/as se agrupan en torno a formas de resistencia a la cultura dominante de la escuela, como alternativas subculturales.

Las funciones del profesorado en la ley orgánica de educación de 2005

Las funciones del profesorado son las siguientes:
a) La enseñanza de las áreas, materias y módulos que tengan encomendados.
b) La evaluación del proceso de aprendizaje de los alumnos, así como la evaluación de los procesos de enseñanza.
c) La tutoría de los alumnos/as, la dirección y la orientación de su aprendizaje y el apoyo en su proceso educativo, en colaboración con las familias.
d) La orientación educativa, académica y profesional de los alumnos, en colaboración con los servicios o departamentos especializados.
e) La atención al desarrollo afectivo, social y moral de los alumnos.
f) La organización y participación en las actividades complementarias, dentro o fuera del recinto educativo, programadas por los centros.
g) La contribución a que las actividades del centro se desarrollen en un clima de respeto, de tolerancia, de participación y de libertad para fomentar en los alumnos los valores de la ciudadanía democrática.
h) La coordinación de las actividades docentes, de gestión y de dirección que les sean encomendadas.
i) La participación en la actividad general del centro.
j) La participación en los planes de evaluación que se determinen por las Administraciones educativas.
k) La investigación, la experimentación y la mejora continua de los procesos de enseñanza correspondiente.

Además, las funciones expresadas en el apartado anterior se realizarán bajo el principio de colaboración y trabajo en equipo.

 

Sobre la feminización docente

Un rasgo peculiar del profesorado como grupo de estatus es la feminización, en una primera aproximación, el proceso por el que la mujer se ha ido incorporando a la docencia, hasta sobrepasar en número al hombre (superioridad aritmética).

Cuando se habla de grupo de estatus se hace alusión a “tipos ideales que se constituyen como unidades básicas de la Sociedad, mediante la integración de todas las personas que comparten un sentimiento de igualdad de estatus social, basado en la participación en una cultura común: estilos de lenguaje, gustos en el vestir y en la decoración, modales y otras prácticas rituales, temas y estilos de conversación, opinión y valores, y preferencias deportivas, artísticas y de medios informativos” (Collins, 1986: p.134).

En una segunda lectura de lo que supone es proceso de feminización muestra cómo esa superioridad aritmética femenina se ve contrarrestada por su inferioridad geométrica: son más las mujeres profesoras, pero ocupan las posiciones inferiores del sistema educativo; existen más profesoras que profesores, pero de forma mayoritaria en la enseñanza infantil y primaria, su presencia es menor en la enseñanza secundaria y en la universidad. Las consecuencias objetivas de esa desigual distribución aritmética por género van más allá del mayor o menor prestigio que tengan los ciclos en sí, y se observan en la intensificación en el trabajo, el salario promedio y el poder.

Por el lado laboral, el que las profesoras estén en mayor número en las etapa de infantil, significan que son, en mayor medida, profesoras encargadas de cursos completos, con lo que su trabajo es más intenso, con menos interrupciones y descansos. Igualmente, deben asumir en mayor medida las pedagogías invisibles propias de las primeras edades escolares que implican también una mayor intensidad en el trabajo (mayor ycontinua atención, ritmos continuados, etc.).

Por el lado económico y estadísticamente hablando, la mujer profesora tiene sueldos promedio inferiores al profesor, ya que los salarios son más altos en los ciclos con mayor presencia de profesores y es mayor el porcentaje de mujeres con periodos largos de excedencias que solicitan para tener y criar a sus hijos o atender a la familia, con la consiguiente reducción en el componente de antigüedad en la nómina. Las diferencias también se dan en la participación en los cargos unipersonales y colectivos de gestión de los centros.

El proceso de feminización se inserta en una serie de dinámicas sociales, como el acceso de la mujer a la enseñanza, la edad de ingreso en el sistema educativo, el nivel económico del país y los factores demográficos como las tasas de natalidad y de mortalidad infantil.

Por otro lado, la tesis largamente sostenida de que el proceso de feminización va unido a la desprofesionalización de una ocupación, a la que llega la mano de obra femenina como más barata, no cuenta con suficiente evidencia, puesto que si algo ha hecho la enseñanza desde sus comienzos ha sido profesionalizarse y ganar salarialmente hablando, mientras el proceso de feminización no ha dejado de crecer.

La enseñanza ha sido el sector que ha posibilitado a la mujer entrar en el mercado de trabajo. La incorporación a la docencia ha sido la llave que la mujer ha utilizado para salir del ámbito doméstico en que la recluía el modelo de familia patriarcal, a partir de la vía que le ha facilitado una determinada concepción de la docencia.

Carolyn Steedman (1986) apunta que los comienzos de la feminización tuvieron lugar en la enseñanza primaria y en el marco de la pedagogía natural procedente de Rousseau, Pestalozzi y Froebel, para quienes amor y educación eran conceptos centrales, al extenderse la pedagogía del cariño, atributo de las mujeres, frente a la rígida y atemorizante autoridad de los hombres. De esa manera, las mujeres empezaron a ser caracterizadas como “madres concienciadas” y reclutadas como profesoras por sus atribuidas capacidades para la crianza. Desde la enseñanza primaria, la expansión ha sido paulatina a todos los niveles del profesorado y, desde ahí, al resto de las profesiones.

 

Algunas de las problemáticas del colectivo docente

Problemas de relaciones sociales próximas

Las relaciones con los alumnos/as: normalmente las relaciones suelen ser positivas, aunque actualmente por el cuestionamiento de la autoridad del adulto por los jóvenes puede convertirse en una relación problemática donde la actuación es difícil si no se cuenta con el apoyo de la dirección del centro escolar.

Las relaciones con los padres y madres de los alumnos y alumnas: al analizar empíricamente las relaciones entre los padres y el profesorado, Willard Waller afirmó que padres u profesores son enemigos naturales y el conflicto entre ellos es natural e inevitable. Por otro lado, Becker señala que la escuela es para el profesor un lugar en el que la entrada de los padres en escena es siempre potencialmente peligrosa. La organización interna de las escuelas se puede ver como un sistema de defensas contra la intrusión paterna.

El presentismo

Lortie lo define como el predominio del presente sobre el futuro; ello conduce a un reforzamiento de la experiencia personal que lleva al aislamiento en el aula y a una separación entre compromiso y trabajo. Todo ello es debido a que la escuela es un espacio en el que:
Junto a ellas, las recompensas asociadas específicamente al ejercicio de la docencia, tales como las vacaciones más extensas, el horario o las condiciones de trabajo,..., con relación a otras ocupaciones cumplen una función más de disuasión ante al idea de abandono de la docencia que de reforzamiento a la hora del esfuerzo cotidiano.

El sistema de recompensas opera de modo más satisfactorio para los que se comprometen menos y no favorece ni el compromiso ni la retención de sus mejores activos.

La doble relación de autoridad del profesorado

Dreeben señala que el profesorado mantiene una relación jerárquica hacia arriba y otra hacia abajo. Hacia arriba con sus empleadores le da un carácter contractual/funcionarial que determina sus derechos y deberes a cambio de su remuneración y estabilidad. La otra relación hacia abajo con el alumnado se caracteriza por ser involuntaria.

El aislamiento espacial

Dreeben también subraya que en la escuela se construye un espacio físico cerrado, el aula, donde el profesor/a desarrolla un trabajo en solitario, privado e indivisible, con ausencia de comunicación directa e inmediata con sus colegas. En el aula apenas se habla interactivamente. La principal tecnología utilizada es el recitado, la explicación a toda la clase, con el diálogo limitado a la aclaración de dudas. La experiencia en el aula se convierte en un conjunto de creencias pragmáticas sobre el desempeño de la labor docente, que contrasta ampliamente con las teorías pedagógicas recibidas en la formación inicial.

La intensificación

Apple define la intesificación como “la reducción del tiempo de descanso y de actualización profesional, así como las oportunidades de interacción con los colegas”.

Se puede dar en cualquier trabajo, pero en la docencia suele ser producto de la sobrecarga crónica de trabajo que acompaña a los procesos de racionalización o de reforma de la enseñanza. Intensificándose aún más, en el caso de que la persona docente sea una mujer con hijos pequeños con una doble jornada de trabajo (escuela/hogar).

La intensificación es una de las formas más tangibles de erosión de las condiciones laborales de los docentes, ya que:
El agotamiento laboral del profesorado

Freechman hace alusión a este fenómeno dentro del colectivo docente, próximo a lo que es llamado en el mundo anglosajón como "burnout". El queme psicológico es, para algunos autores, consecuencia de la intensificación.

El queme es el resultado natural de la nueva ideología del profesionalismo que alienta a muchos profesores y profesoras a verse a sí mismos como más poderosos de lo que realmente son y, por ello, con mayor responsabilidad de la que tienen. Y por ello se compromenten en solucionar, en solitario, complejos dilemas sociales e institucionales.

Introduciendo la dinámica de género y la de edad, se recoge la distinción existente entre los profesores/as jóvenes, quemados prematuramente y los profesores mayores, considerados trastos viejos.

 

La socialización profesional del docente

El proceso de socialización en la profesión de docente, los pasos que siguen los profesores antes y después de su ingreso en la misma, constituye otro apartado repetido en la mayoría de los estudios.

Dan C. Lortie lo analiza en sus tres componentes básicos:

1. La relativamente corta escolarización formal, integrada por una formación general previa, que sólo recientemente ha obtenido rango universitario en el caso del Magisterio, y la formación inicial propiamente dicha.

2. La ausencia de un ingreso progresivo y escalonado, con las apenas significativas prácticas, que permite el dicho de “en junio estudiante y en septiembre profesor”.

3. La formación en ejercicio que, primando la experiencia personal y el intercambio informal lleva a un resultado de pragmatismo.

Todo ello lleva, en definitiva, a “una concepción artística, antes que científica del trabajo (por lo que) la socialización en la enseñanza es principalmente autorrealización (Lortie, 1975: 78).

Y ello afecta a muchos aspectos de la ocupación, entre otros al estatus del grupo, a los costes subjetivos y al conservadurismo ocupacional.

En nuestro sistema educativo, la formación inicial y el acceso a la docencia son diferentes para los diversos niveles de profesorado que integran la profesión docente. Grado corto, Master Oficial y Doctorado son, en líneas generales y con alguna excepción, los títulos o licencias requeridos para el ingreso como docente en los tres niveles educativos (básico, medio o superior). El período de formación aumenta desde el primero al tercero, y se puede considerar como "profesional", en cuanto a la extensión, a partir del Master.

La carrera y las recompensas laborales de los profesores constituyen el cuarto apartado de los llamados estructurales de la obra de Lortie. La enseñanza es una ocupación relativamente sin carrera: la facilidad y el carácter masivo del acceso, el generalismo de su desempeño y la inmersión inmediata o ausencia de un proceso de aprendizaje y toma de responsabilidad gradual en el puesto de trabajo, hacen que la carrera docente sea llana, sin escalones, y más difícil en sus inicios, en el acceso a la misma.

En la enseñanza apenas existen escalas, peldaños o niveles por los que transitar a lo largo de la vida profesional y, si existen, son menos y de menor significación que los que se encuentran en otras profesiones.

De la misma manera, el abanico retributivo apenas tiene apertura, un profesor recién ingresado posee la misma responsabilidad que uno que está al final de su carrera y tiene un sueldo en donde el único elemento diferenciador es la antigüedad; lo que hace que las diferencias salariales no lleguen a la ratio 1/2.

Ahondando en el mismo tema, Howard S. Becker define el concepto de carrera profesional “el conjunto de series regladas de ajustes que hace un individuo a la red de instituciones (..) en términos de movimientos, arriba o, abajo entre posiciones diferenciadas por su rango en una jerarquía formal o informal de prestigio, influencia y renta”.

Según un estudio empírico realizado por él, la carrera del docente tiende a la horizontalidad. “La carrera de un profesor consiste en un movimiento entre las diversas escuelas en busca de una posición más satisfactoria en la que trabajar (Becker, 1953: p133, citas tomadas de Guerrero, 2002: p. 321). Y la satisfacción a la que hace referencia consiste, básicamente, en la proximidad al domicilio o al prestigio del barrio donde se inserte la escuela. Cuando se alcanza una escuela adecuada, la carrera se estabiliza y las únicas variaciones se refieren a la antigüedad (sexenios) que se va adquiriendo.

 

Papeles y tareas del docente

Al analizar la naturaleza social del profesorado, su papel (posición) en la estructura social nos encontramos con una construcción teórica que señala que existen tres papeles fundamentales del docente: el profesional, el proletario y el intelectual.

En líneas generales, para los primeros, el papel que desempeña el docente es una profesión, es decir, se trata de una ocupación que cumple una serie de requisitos de formación y ejercicio práctico y que por tanto ocupa una posición de clase media en la Sociedad (postura del funcionalismo).

Para los segundos, el papel que desempeña es de trabajador asalariado que está en vías de proletarización.

Y existe un tercer sector, minoritario y crítico, que considera que desempeña un papel de intelectual, asignándoles un importante papel en la transformación social.

El docente como profesional

Para analizar si el trabajo del docente es o no una profesión, Mariano Fernández Enguita señala que para ser considerado como un profesional hay que cumplir cinco características:

1. Competencia, entendido como pericia, aptitud, idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado. Debe ser el producto de una formación específica, generalmente de nivel universitario. Su saber tiene un componente “sagrado” en el sentido de que no puede ser evaluado por los profanos, sólo el grupo de profesionales puede controlar el acceso de nuevos miembros, ya que sólo ellos pueden garantizar y evaluar su formación. Un elemento esencial para lograr la presunción de competencia es el uso y reconocimiento social de una jerga propia.

2. Vocación, ser llamado a una carrera determinada. Es un término cargado de un componente religioso, originariamente era la inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de religión (observa que el término abogado procede de vocación->advocatio->Abogado). Tiene como connotaciones el servicio a sus semejantes y la prohibición de competir entre los miembros de la profesión.

3. Licencia, es el permiso para hacer algo. Este permiso es reconocido y protegido por el Estado. Es la contrapartida de su competencia técnica y su vocación de servicio.

4. Independencia, es la condición de quien, para ciertas cosas, no depende de nadie. Los profesionales son doblemente autónomos: frente a las organizaciones y frente a los clientes.

5. Autorregulación, la acción de regularse a sí mismos, es decir, los profesionales son los que determinan las reglas o normas a que debe ajustarse su desempeño.



En este marco, analicemos si "el docente" podría considerarse profesional, en cuanto a la “competencia” se puede observar que depende de qué nivel docente se trata así:

El maestro de primaria tiene una competencia oficialmente reconocida como docente, pero al proceder de una enseñanza universitaria de ciclo corto tiene menos prestigio.

El profesor de secundaria, licenciado, posee una competencia reconocida en su especialización, pero no como docente (Por ello se exige el Curso de Adaptación Pedagógica o ahora un Master oficial).

El saber que manejan ambos no tiene nada de sagrado, ya que su trabajo es juzgado por personas ajenas al grupo profesional, además carecen de una jerga propia. En resumen tienen competencia, pero una competencia digamos más bien difusa.

En cuanto a "la vocación", según Fernández Enguita, se ha venido reconociendo a la práctica de la docencia un componente vocacional, pero el predominio del individualismo adquisitivo y la lógica del capitalismo ha originado que la imagen del licenciado que se dedica a la enseñanza se mueve entre alguien que ha renunciado a la ambición económica a favor de una vocación social y la de quien no ha sabido ni podido encontrar algo mejor. En todo caso, sigue diciendo este autor, “el docente es un asalariado”. En definitiva, una vocación también difusa.

Si analizamos si tiene "licencia", se puede observar que el cuerpo docente tiene licencia para evaluar y acreditar los conocimientos de su alumnado, pero no otorga, en exclusiva, la capacidad de enseñar, sino que la otorga circunscrita a la enseñanza reglada quedando para la no reglada una libertad amplia. Frente al cliente es la institución (la escuela) no el individuo (el enseñante), quien posee la licencia.

Respecto a la "independencia", se podría decir que las personas docentes son parcialmente independientes tanto frente a las organizaciones como frente a su público. Aunque, casi en su totalidad son personas asalariadas, o sea depende de quien les paga según contrato laboral (o relación estatutaria). Y respecto a su independencia frente a su público, los representantes legales de sus discentes (ya que suelen ser menores) tienen el derecho a participar en la gestión de los centros de enseñanza e influyen en su indenpendencia. Pero, por otra parte, los docentes tienen una cierta autonomía reconocida, en exclusividad, ya que tienen una mayoría asegurada en los órganos colegiados y además los titulares de los órganos de la Administración educativa son (o han sido) docentes.

Por último en cuanto a su capacidad de autorregulación, no controlan como “colegium” la formación de los nuevos miembros del grupo. No tienen mecanismos propios para juzgar a sus miembros en su desempeño o resolver conflictos internos. No tienen un código deontológico de la profesión como médicos o abogados. Sólo intervienen en el control de los mecanismos finales de acceso (oposiciones o selección), pero sólo bajo la tutela de la burocracia pública o los empleadores privados. Las asociaciones existentes en la enseñanza se ocupan de tareas reivindicativas, tal y como hacen los sindicatos autónomos y los ligados a centrales obreras. Con todo lo dicho: ¿se pueden considerar como profesionales?.

El docente como trabajador proletarizado

Un proletario es una persona que se ve obligada a vender su fuerza de trabajo (no el resultado, sino su capacidad de trabajo) por un salario. Pero para ser útil para el capitalista debe producir un plusvalor (más de lo que recibe) pues sino, no crecería el capital invertido. Para asegurar que así sea, el capitalista controlará y organizará el resultado y el proceso de trabajo. Por consiguiente el trabajador perderá gradualmente el control sobre los medios, la capacidad de fijar objetivos o/y de determinar el proceso del trabajo. Y cuando esto ocurre en su grado máximo pasa a ser un proletario.

La proletarización es el proceso por el que un grupo de trabajadores pierde el control sobre esos recursos y aspectos de su trabajo.

Hace unos pocos decenios, en España, gran parte de los maestros eran más bien trabajadores autónomos que ponían por su cuenta escuelas en los pueblos, aunque con el apoyo de los Ayuntamientos en forma de cesión de locales o subvenciones para el alumnado sin recursos económicos (escuela privada unitaria). El/la maestro/a era a la vez trabajador/a y empresario/a, la terminología todavía presenta vestigios simbólicos de esto, por ejemplo cuando se refiere a la “plaza en propiedad”.

La extensión de la urbanización, la introducción de escuelas completas y graduadas, la expansión del sector público y luego la expansión del privado con subvenciones han hecho desaparecer al enseñante autónomo, reforzándose la figura del enseñante asalariado.

Asimismo, la creación de las escuelas con varios grupos de escolares supuso la división social del trabajo de la enseñanza, con la aparición de la jerarquización de los docentes, apareciendo las figuras de director, jefe de estudios, etc. Al mismo tiempo el grado de regulación de la enseñanza ha ido acentuándose. La Administración pública educativa ha pasado de imponer unos requisitos generales a especializar la enseñanza en unos programas docentes, determinando así las materias que deben impartirse en cada curso, las horas que se dedicarán y los temas de que se compondrá cada materia.

El/la educador/a ha ido, así, perdiendo progresivamente su capacidad de decidir cuál ha de ser el resultado de su trabajo, encorsetado cada vez más por los elementos directamente regulados por la normativa educativa: los contenidos de las asignaturas, horarios, programas, normas de rendimiento, métodos posibles,... E indirectamente por los exámenes públicos (o exámenes de Estado, reválidas, selectividad, etc.), por los requisitos de acceso del alumnado y los supuestos de base de sus pupilos para la enseñanza posterior.

En la actualidad, la figura del propietario del centro (en los colegios privados) o el Director (en los públicos) son los que van a interpretar y completar la normativa educativa para cada centro educativo. Así, el docente pierde tanto el control sobre el contenido, como sobre su proceso de trabajo, pierde autonomía que puede considerarse como un proceso de descualificación de su puesto de trabajo. Proceso que se refuerza por un lado, por la proliferación de especialidades y el confinamiento de los enseñantes en áreas o asignaturas y, por otro lado, por la delimitación de sus funciones que son atribuidas de forma separada a trabajadores específicos, desgajándose así de las competencias de todos: es el caso de la orientación, la educación especial, la atención psicológica, etc.

Finalmente a este proceso contribuyen también los fabricantes de libros de texto y otras mercancías educativas. El libro de texto especifica al profesor el conjunto de conocimientos que deberá impartir, la secuenciación de los mismos y la forma de impartirlos.

El docente situado en el sector privado produce un plusvalor del que se apropiarán sus empleadores. En cuanto a los que trabajan en el sector público producirán un plustrabajo, ya que su salario será siempre tendente al mínimo justificado por la permanente crisis fiscal del Estado.

El docente como trabajador semiprofesional

Para Fernández Enguita los docentes son semiprofesionales, es decir, son un grupo de asalariados, a menudo parte de las burocracias públicas, cuyo nivel de formación es similar al de los profesionales liberales. Están sometidos a la autoridad de sus empleadores pero luchan por mantener o ampliar su autonomía en el proceso de trabajo y sus ventajas relativas de distribución de la renta, el poder y el prestigio.

 

Cambio social y docencia

Hubo un tiempo en que la persona que ejercia de "maestro" representaba un tipo de persona admirada y respetada. En ese tiempo el conocimiento era considerado un valor de gran estima social y un bien escaso, porque pocos podían completar sus estudios.

En el Renacimiento se impulsó ese ideal y acampó en la modernidad, tanto en su versión de erudición, como en su versión científica. Todo gracias al poder de la razón, en la que tanto se confiaba. Es en ese contexto moderno donde el enseñante adquiere sentido, como intelectual, como miembro de un grupo profesional cuya función es no sólo de producción crítica y de perfeccionamiento, sino también de organización, transmisión y circulación de bienes y valores que constituyen la herencia social de una Sociedad.

Ahora bien, el acceso masivo a la educación a partir de la segunda mitad del siglo XX, si bien es cierto que acelera el fenómeno de la especialización de las ocupaciones intelectuales, puede suponer también el inicio del declive de otras, concretamente las dedicadas a la transmisión del ideal de un “hombre de cultura” a través de la erudición.

En el papel de "intelectual" las personas que se dedican a la docencia son, en distinto grado y dependiendo, en muchas veces, del nivel de enseñanza en que se ubican: portavoces, divulgadores, sustentadores y creadores de unos valores culturales, normalmente agrupados en un conjunto homogéneo que definen una manera de vivir y de pensar, un conjunto de actitudes, un ideal de persona, propios de la clase media.

Pierre Bordieu señala que los individuos pertenecientes a cada una de las clases sociales son socializadas –tanto por la familia como por la escuela- en visiones del mundo y estilos de vida distintos, condicionados por la posición económica. La escuela refuerza la diferenciación entre “hombre cultos” y los demás cuando el maestro agrupa a sus alumnos en “brillantes” y “trabajadores”. Por ello el profesor va a actuar como una especie de portero que deja pasar o no al espacio social privilegiado de las élites culturales al juzgar a los estudiantes con los criterios de la élite culta.

En las últimas décadas la masificación de todos los niveles educativos hace que el conocimiento deje de ser un bien escaso, o en otras palabras, convierte en común la situación del padre de alumno con un nivel de estudios parecido o incluso superior al del maestro o profesor, lo cual empuja a rebajar la relación con este último de la categoría de la veneración a la de un simple trabajador que ejerce un servicio.

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